Para una antropología chapaca
El hacer preguntas a la historia vale tan solo para ver cómo podemos encontrarnos a nosotros mismos en el presente. En este sentido, la cara popular de la cultura es la «escritura» que más podemos consultar. Así es que en su elaboración «especular», en referencia a la vida real, ella permite evaluar las características peculiares de nuestra tierra, sobresale, ante todo, que el universo cultural chapaco es un sistema abierto, lo que significa una actitud de inclusión y no de exclusión hacia los demás. Allí las denominaciones de «sincretismo» o de «cruce» resultan inadecuadas si no las puntualizamos como praxis desde adentro. La relación de complementariedad que los valles de Tarija mantuvieron con los pueblos, que aparecieron en sucesivas circunstancias históricas, fue mantener siempre condiciones de gente de río respecto a las montañas del Norte y a las selvas del Sur. La desaparición completa de las lenguas más autóctonas sabe a misterio. Una posible explicación podría residir en la exigua minoría que siempre fueron las poblaciones entre los ríos respectivamente a los amplios conjuntos socio-políticos en sus fronteras; o se trataría de condiciones de «entidad» amortiguadora, acuñada entre grandes. La expansión del comprador; como el ser además lenguas difíciles (cfr. Varas Reyes V., El castellano popular en Tarija. sin Ed. y lugar, 1988. p. 23) la transmutación al aymara, al quechua, al chiriguano y por último, al castellano.
La imagen de la fertilidad en Pachamama, si bien es figura inherente a las sociedades agrícolas, resulta propia del mundo andino, del cual Tarija ocupa las estribaciones extremas. Una particularidad que la diferencia de las montañas, se encuentra en la organización territorial, ordenada en sucesión estelar y no en superposiciones ecológicas. También la organización política no aprecia sistemas de acción fuerte, dejando a la familia la legitimación del poder. La ruptura de los lazos de amistad se desarrolla sin rasgos de guerra y se manifiesta con una declaración de «situación al revés» con el vuelque del sombrero frente al contrincante; y de allí el desenlace de algunos puñetes para decir que el sex-appeal o el corazón consolidan sus furores en otros modales. Los rasgos de amistad se prolongan con el mundo físico, vegetal y animal. Plantas, hierbas, ganado vacuno y caballar son parte del mundo vital; ellos hablan, preanunciando y denuncian las circunstancias de la vida. El firmamento es dimensión de existencia por lo que él dirige y en él se lee el destino (la Cruz del Sur y los Equinoccios).
La configuración de religión católica, en la relación entre Fe y sus, vivencias, ha asumido plenamente la cultura chapara en sus actitudes «animistas» y no racionalizadoras. ¿Serán los chapacos católicos? la respuesta es que entre Fe y su andar por el mundo se interponen mediaciones socio-culturales. A la índole filosófico-occidental, se prefiere el perfil sensitivo, donde la antropología es la reflexión esencial para entender sus relaciones con lo sagrado. Al respecto los confines etílicos son la dimensión onírica que permiten actitudes «mágicas» y por tanto de mayor obediencia a las «Costumbres y Creencias»: los santos se ven y se conocen sin datos biográficos, porque cada cual los lleva adentro. Las fiestas de la Virgen que cubren sea el «tiempo cósmico» sea el «tiempo de la Pachamama» resultan atributos para la Virgen y de la Virgen, vistos en la horizontalidad y en la verticalidad de la organización cosmogónica, donde el mito relata las vicisitudes esenciales de la mujer, amiga y madre.
Terminamos, rogamos al Padre Ananías Barreto de comprendernos si más que un comentario de su libro hemos presentado la filigrana del discurso que queda esparcido en sus páginas. A él, el indiscutible mérito de habernos devuelto lo profundo de la cultura y de las vivencias chaparas. A la universidad «Juan Misael Saracho», que ha auspiciado la publicación, el aplauso de contribuir a forjar el rostro de su pueblo.
Centro Eclesial de Documentación, Tarija, 8 de Mayo de 1994.
Lorenzo Calzavarini