Centro Eclesial de Documentación

Bibliotecas conventuales: Antigua, Moderna y Universitaria (CED)

En 1783, Fray Francisco Miguel Marí inició la construcción de la procuraduría, de la enfermería y de la biblioteca. Ésta se formó como planta alta del comedor: el uno (comedor) y la otra (biblioteca) eran espacios sin corredores por el lado oeste. Las actuales puertas eran ventanales de luz natural directa. La entrada a la biblioteca estaba, por tanto, en la planta alta del claustro de los servicios, donde estaba también la cafetería. El espacio que une la Sección VI hasta el archivo, era parte del claustro alto. En tiempos sucesivos (las paredes conservan aún los arcos: uno más amplio y otro más reducido, que era propiamente la puerta de entrada) se ubicó la puerta central desde la planta alta conventual siguiendo la misma línea norte sur del comedor.

Formación del conjunto de las bibliotecas según testimonio de los cronistas conventuales.

El convento, como ya dijimos, tuvo siempre un cronista y un fraile escritor. Son precisamente ellos los que nos informan sobre el desarrollo del conjunto de las bibliotecas y del espíritu que las animaba. Como hemos dicho ya, el día de Pentecostés, el pueblo de Tarija reunido en la iglesia matriz, pidió un convento franciscano. Seguramente en tal voluntad actuaron los rasgos tradicionales de la presencia franciscana. De éstos, damos valor revolucionario, sobre todo, a la dimensión de su estilo de vida y a su ubicación en la sociedad. La Edad Media funcionó por dos instituciones, que le eran esenciales: la catedral, organización de las corporaciones del trabajo y el monasterio, institución dedicada a la conservación de la cultura; por tanto “poder de la ciencia práctica” y “aristocracia del saber”. El convento franciscano, al contrario, actuaba desde la situación popular, canalizando las instancias de un saber más cercano a la vida del cada día. Su logro principal fue armonizar una nueva dimensión de literatura, arquitectura, artes pictóricas y dar prioridad a una actitud de interioridad en los acontecimientos de la existencia humana. La extensa y profunda presencia de la Orden en América Latina seguramente se debió a las mismas razones, si bien fuera del contexto europeo. Y lo más preciso fue asumir el espacio no occidental, que marcaba la vida de los indios. Todo se iniciaba en México con Pedro de Gent, Motolinía y Bernardino de Sahagún. Son autores de estudios antropológicos, pero su intencionalidad primigenia era reconocer derechos, inscritos en la legitimidad del vivir de cualquier persona.

La biblioteca en el año 1740. El convento vivía como presencia en una ciudad de la periferia de Charcas. Y, en 1740, su guardián, el P. Escobar escribía en el inventario:

  • “Doscientos y siete son los que por todo hay, los cuales están repartidos en las celdas de los Padres, más un libro de la regla que se lee en el Refectorio.
  • Costome trabajo este inventario, el que no tuvo ni tenía en más del año 80.
  • En sesenta años ha, que no viene Provincial a este dichoso convento.
  • En ochenta años ha, que no se ha podido refaccionar la cerca, desgracia de este pobre convento.
  • Refectorio, lo hallé inservible, comiendo los Padres en sus celdas; ahora no, gracias a Dios; platos ni uno me entregó mi antecesor, ni nada.»

Subrayamos, sin embargo, que a pesar de la desolación material, existía un cierto aparato cultural. Siempre con la ayuda de los tarijeños, el templo si bien reducido en su arquitectura, incluía, según inventario de 1684, un órgano nuevo y los “doscientos y siete libros” no eran pequeña cosa en tales circunstancias. Existía asimismo, pinturas de buena escuela.

Posiblemente el referente “libros” obedecía a la reglamentación de las bibliotecas, dictada por el P. Comisario Basilio Pons en 1690, que insistía:

  • Obligación de fomentar las bibliotecas;
  • Establecer una suma de dinero, depositado en las procuradurías de Europa con el fin de adquirir libros;
  • Especificación del oficio del bibliotecario y del uso del libro;
  • Control de la biblioteca de parte de la autoridad de la Orden.

Una nueva historia interna y exterior se inició con la creación del Colegio de Propaganda Fide en Tarija. Fue una historia grande que lanzó al convento a una dimensión religiosa y civil en la Charcas histórica:

  • Era el centro de proyectos políticos, económicos, culturales y jurídicos.
  • Fomentaba la circulación de bienes entre zonas chaqueñas y tarijeñas.
  • Asumió rasgos de interculturalidad entre lo urbano y los pueblos originarios. recursos lingüísticos, ejercicio de la medicina y prácticas agrícolas.
  • Estableció un régimen de “encuentros” entre diferentes condiciones de vida. Seguramente, por la presencia de la enfermería, en las sepulturas del templo se señalaron indistintamente nombres guaraníes, españoles y mestizos.

Para las zonas chaqueñas, repetimos que el sistema reduccional franciscano no exigía un hecho de “conversión”; de ahí que neófitos e infieles vivían bajo el mismo régimen socio-económico. Para la fundación de la reducción se pedía: aceptación de la escuela, la economía colectiva y la autoridad del franciscano, que integraba la de los caciques.

El desafío para el Conversor estaba en sí mismo, cargado de incógnitas, por lo cual la Orden impuso un principio de selección de los candidatos según preparación humana y científica. A su vez el Colegio ofrecía una formación permanente del universo mental religioso; y específica, en cuanto a lo cultural guaraní. Se imponía dos horas de escuela entre mañana y tarde:

  • Escuela de casos (derecho, moral, teología):
  • Escuela de lengua guaraní;
  • Escuela de asuntos prácticos.

Para una reglamentación común, manejable por todos los religiosos, el P. Antonio Comajuncosa escribió un texto de derecho civil (indiano), eclesial y franciscano de más de mil páginas, en el cual esclarecía las acciones prácticas de los franciscanos en los territorios entre fieles, y en los territorios de infieles. Era tan práctico que uno de sus apartados describe, inclusive, cómo se debía realizar la operación cesárea, indicando que en la sacristía debían estar listos los instrumentos para tal propósito.

Además, en el convento se disponía de talleres de carpintería, herrería, huerta y enfermería.

Andando en el tiempo: complementación entre bibliotecas y archivo. La biblioteca y el archivo debemos considerarlos juntamente. Si la primera correspondía a una preparación teórica general, el otro era resultado de su aplicación en Tarija y zonas chaqueñas. El P. Mingo conservaba el archivo en “cajuelas” así subdivididas:

  • I cajuela: quehaceres conventuales.
  • II cajuela: manera de solicitar y traer religiosos de España.
  • III cajuela: papeles de las reducciones.
  • IV cajuela: libros manuscritos en cuarto.

De los muertos, de recepciones de los candidatos a la Orden, las profesiones y la Crónica del P. Mingo al 1791 (la copia del A. F. T es borrador, remitido a los Padres censores en el año de 1795). Otra petaca, sin numeración, es la de las Pías Memorias y relaciones económicas dejadas al cuidado del P. Procurador.

Un primer Catálogo del Archivo fue elaborado por el P. Pedro Corvera en 1916, el que fue editado con anotaciones de documentos posteriores a la fecha, por el P. Gerardo Maldini (Corvera P., Archivo del Colegio Franciscano de Tarija, Ed. Fundación histórica Tavera, Madrid, 1998).

Secciones del Archivo del Convento Franciscano de Tarija, según edición Tavera

Sección primera: Escrituras 41
Sección segunda: Administración económica 42
Sección tercera: Régimen interno del Colegio 126
Sección cuarta: Misiones entre infieles 356
Sección quinta: Misiones entre fieles 96
Sección sexta: Manuscritos e impresos misioneros 52
Sección séptima: Datos particulares 16
Sección octava: Libros de inventarios 148
Sección novena: Libros de Misas 31
Sección décima: Libros de cuentas del convento 31
Sección decimoprimera: Libros de Memorias Pías y Capellanías 13
Sección decimosegunda: Historia 30
Sección decimotercera: Censos 29
Sección decimocuarta: Libros de Cofradías y Asociaciones Pías 29
Sección decimoquinta: Adiciones del P. Gerardo Maldini 18
Total 1.091

En febrero de 2005, el universitario Diego Oliva Oller, comprometido en el proyecto de digitalización del A. F. T., ha revisado todos los documentos cotejándolos en sucesión de páginas. El recuento da un total de 118.172 folios. Más abundante resulta el apartado de “cuentas…”. En esto, se debe considerar que cada reducción (o parroquia) chaqueña debía llevar la contabilidad de sus quehaceres. Definimos “papeles particulares” los escritos que enfrentaron situaciones específicas; y los “sermones” son verdaderos vademécumes en libro.

Cantidad de papeles en el Archivo Franciscano de Tarija, 2005

– Papeles de casos particulares 28.578
– Cuentas, Libros de Misas, Pías Memorias 54.484
– Historia, Inventarios, Cofradías 10.921
– Sermones y Tratados de diversas disciplinas 24.189
Total 118.172

Biblioteca del Colegio de Propaganda Fide al 1879. De la biblioteca de 1879 disponemos del inventario del P. Alejandro Corrado, que marca el punto culminante de la Biblioteca de Tarija en los aspectos que podemos definir tradicional-conventual. Él nos informa no sólo de una secuencia de libros, sino de la distribución temática de los mismos. Anota 4.788 libros, 2.277 duplicados y 254 al servicio de la comunidad. Se puede aclarar que los duplicados estaban en la circularidad de los padres misioneros. El total es de 7.319. Los presentes en la biblioteca de Tarija daban las siguientes cantidades:

Distribución temática de los libros, en 1879

– Sagrada Biblia y Exposiciones sagradas 255
– Padres y escritores eclesiásticos 286
– Autores santos, teólogos dogmáticos y apologéticos 681
– Teología moral 288
– Teología mística, ciencia ascética y vidas de santos 579
– Derecho canónico, litúrgico y regularista 361
– Derecho civil, derecho natural y público 143
– Historia, geografía y cosmología 562
– Matemáticas, medicina, historia natural y mecánica 91
– Filosofía, lenguas y literatura 564
– Sermonarios en desuso de los siglos XVII y XIX en España 70
– Retórica, sermonarios, catecismos y pastorales 783
– Miscelánea 125
Total 4.788

Bibliotecas al 1984 y 1987. En 1984, el P. Tito Collalunga vino desde Salta para elaborar un nuevo catálogo de la biblioteca antigua. La definimos Antigua porque con los años, los ambientes de la misma se mostraron insuficientes y los libros se distribuyeron en varios espacios. En 1980, el P. Gerardo Maldini los reunió en la Biblioteca Nueva, organizada en el salón del ex seminario. Así, los datos del P. Tito Collalunga se refieren tan sólo a la biblioteca, que definimos antigua; a éstos, en 1987, se agregó la catalogación de la Biblioteca nueva del P. Benito Zini.

La biblioteca del CED, 1994. Esta biblioteca incluye la mejor producción de ciencias sociales sobre todo bolivianas desde 1967 a nuestros días. A ésta se le unieron las donaciones de la biblioteca del Dr. Rafael Ugarte (sobre todo folletería y libros de Derecho, desde 1850 a 1930), del Dr. Eduardo Salinas (Diccionario enciclopédico Hispano-Latinoamericano, tomos 28, Barcelona, 1918). Otra donación, de parte de la Misión Central (Padres franciscanos de Alemania) fue la Enciclopedia Universal Ilustrada, Editores Espasa Calpe, Madrid, 1979; las Obras completas de Humberto Vázquez Machicado y José Vázquez Machicado y Catálogos completos de Gabriel René Moreno, de parte de la Fundación Humberto Vázquez Machicado.

Distribución de libros según ambientes, catalogados a 1999

– Biblioteca antigua 10.445
– Biblioteca nueva 5.455
– Archivo 400
– Comunidad 215
– En depósito 1.150
– C.E.D 15.010
Total 32.675

Parámetros del “saber” en el convento de San Francisco de Tarija.

Con los cuadros estadísticos hemos querido visualizar la importancia bibliográfica del convento de San Francisco y la importancia que ha tenido en la acción de los frailes. Ahora nos toca, en los límites de esta guía, subrayar contenidos. Nos detendremos en la descripción mínima de los “fondos”.

Valgan, ante todo, las consideraciones sobre la existencia de la biblioteca entre los muros conventuales y la misma legislación franciscana que definía tiempos de estudio y de lectura; la una y la otra consignan que los libros tenían no sólo un valor de uso, ligado a las actividades de los religiosos, sino también una exigencia de vida interior e intelectual. En este sentido, nunca las bibliotecas estuvieron solitarias respecto a las dimensiones psicológica, estética (arquitectónica, pictórica y literaria) del conjunto comunitario. Así integrada, la documentación de libros y papeles es un todo que engloba el análisis histórico, antropológico y religioso de la acción franciscana en Tarija, y en el sudeste de Bolivia.

Para esclarecer dicho objetivo hemos propuesto la correlación entre bibliotecas y el archivo, según la conceptualización, las primeras, serían formas de saber personal y colectivo; y el segundo, resultado elaborado a partir de circunstancias de vida misional. Establecemos, por tanto, una comparación entre tiempos del libro y las actividades conventuales, practicadas en los alrededores de Tarija y en las del Colegio de Propaganda Fide, que se ampliaron a compromisos directos con los pueblos originarios chaqueños. Dichas situaciones correspondieron al momento colonial y al momento republicano. Nos atendremos a esas dos divisiones, que marcaron épocas históricas en la vida de Bolivia.

Fondos antiguos: 1606 – 1825. La palabra “fondos”, referida a bibliotecas, expresa una agrupación de libros con peculiaridades comunes, que les otorgan rasgos de unidad: tiempo de adquisición, característica de autores y temas enfocados. En la descripción de los “fondos” operaremos una distinción que hemos definido colonial y republicana, que no siempre corresponde a las denominaciones de biblioteca antigua, moderna y del CED. Nos atendremos por ello, a los años de edición del libro, que presumiblemente indican también la sucesión de colocación en las bibliotecas.

De la biblioteca antigua, el Padre José Tito Collalunga seleccionó una secuencia de 60 libros que denominó libros “raros” y trasladó al archivo. Nadie piensa que esta definición corresponde al requisito de la sola antigüedad. Debemos ponderar que, al inicio de la actividad de la imprenta, los libros adolecían de la estricta razón de mercado, y su adquisición correspondía, sobre todo, al prestigio. Se trataba, por tanto, de textos impresos que destacaban las fuentes de la cultura occidental. De este modo, al concepto de libro “raro” debemos conjugar la antigüedad de edición, la validez de su autor; y además, la importancia de los contenidos, para formalizar un universo de saber. En consecuencia, los libros llegaron a su impresión por un proceso de selección y sobre ésta, se operó otra selección, para ser comprados con destino a la biblioteca de Tarija.

La observación obvia es que los frailes llegaron a la villa de San Bernardo de la Frontera cargando libros, los que según las disposiciones del Padre Basilio Pons, crearon corredores de “saber” entre Europa y Latinoamérica. A las pocas décadas, el Nuevo Mundo forjará su propio pensamiento que surcará, a su vez, el mar.

Aproximándonos directamente a los contenidos de los libros, encontramos que los más antiguos corresponden al siglo XVI, incluyendo a los grandes poetas e intelectuales latinos. Siguen los prominentes Santos Padres que fueron puente entre el imperio pagano y su transición al cristianismo; vienen después los maestros teólogos de la Edad Media que, más allá de la explicación del dogma católico, llegaron a establecer la síntesis de todo el saber de su época. Precisamente por su sistema integral de pensamiento, son todavía autores insuperables.

Las ediciones del Siglo XVII se refieren a los escritores, poetas y predicadores populares que se expresaban en la lengua del pueblo. Alrededor de todo este núcleo se forjaron los grandes tratados teológicos que enfrentaron las corrientes de una cultura europea sumergida en procesos de cambios socioculturales. En Latinoamérica se planteó una reflexión a partir de sí misma, la que impuso una diferenciación de los “saberes” entre el humanismo clásico y la filosofía del iluminismo. De esta manera se consolidó la distinción entre cultura de élites y cultura popular. El pensamiento religioso se mantuvo ligado, sobre todo a la segunda. De ella nació la gran estructura apologética del Siglo XVIII, presente en Europa y Latinoamérica

La última fue la que tomó raíces en Tarija. Ya el Colegio de Propaganda Fide había ensanchado su espacio de acción entre los pueblos originarios; y los grupos de poder latinoamericanos sufrían la contradicción de considerarse homólogos de las situaciones occidentales. El Colegio franciscano percibió la diferencia de gobernabilidad de “naciones” y la cobertura de una acción prefijada de Estado. Los manuscritos del archivo indican el avance de la postura franciscana respecto a las diferencias étnicas, dimensiones culturales, inclusión de territorio, que formaron la síntesis de la polémica contra del Gobernador Viedma y la Reforma Borbónica en general. La Guerra de la Independencia llegó manteniendo esas dos rieles paralelas con contenidos divergentes.

La secuencia de los autores latinos empezó en el Siglo XVI con ediciones de libros de Cicerón, Cornelio Nepote, Tito Livio, Tácito, Ovidio, Virgilio, Séneca y Quintiliano. Sin embargo, el libro más antiguo es la traducción latina de Juan Pontano (1501) de la Ilíada de Homero. Los Santos Padres corresponden a los nombres de Tertuliano, San Agustín, León I y San Ambrosio. Los teólogos fueron cubiertos por las obras completas de Santo Tomás, Duns Scoto y San Buenaventura. Los poetas, del Siglo de Oro de España, como Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Fray Luis de Granada. Una particularidad, fue la edición de las obras completas de San Bernardino de Sena, de 1591. Entre los escritores latinoamericanos y españoles existen las obras del Padre Antonio Ruiz, Padre Lozano, Juan Matienzo (edición de 1596) y Lope de Vega.

En el Siglo XVII aparecieron las reediciones. La parte teológica se prolongó en los apologetas con temas de moral, filosofía del cristianismo y conformación de la iglesia. Su base residió en los estudios de la Sagrada Escritura y de los textos del Concilio de Trento. Los autores de la renovación de la espiritualidad católica: San Ignacio de Loyola, Alfonso de Ligorio, San Francisco de Sales y San Alberto, Arzobispo de La Plata. Un apartado igualmente consistente identificó siete textos del arte médico que empiezan con el Dioscórides de Pedro Laguna, en edición de 1574.

Fondos: 1825 – 1918. Después de la Guerra de la Independencia, las regiones orientales del país quedaron sin acción eclesial. Alejados los padres conversores, por las leyes del Mariscal de Ayacucho, también la Iglesia central se debilitó a tal punto que le era imposible establecer contactos con los pueblos originarios, que quedaron truncos en sus procesos de cambios socioculturales y religiosos. En esas distancias y tierras lejanas, intervino la obra del padre Andrés Herrero. Su propósito era dar vida a los Colegios de Propaganda Fide; y, por ende, hacer que los franciscanos volvieran a sus territorios de trabajo. Con el repoblamiento de la antigua residencia conventual, los frailes de Tarija retomaron los caminos hacia el Chaco, según la división administrativa del departamento. La inserción de franciscanos italianos no creó dificultades con las poblaciones. Las dificultades fueron de otro género; y éstas indicadas ya en las cartas que invitaban a la recolección de Misioneros, de parte del Padre Herrero. Amargamente, él reflexionaba sobre la realidad de España y de Europa. Allí se habían consolidado élites sociales con espíritu en contra de la religión católica.

Los franciscanos que llegaron mantenían la misma postura mental psicológica. La oposición Iglesia y Estado, nacida en la Revolución Francesa, colocó en situaciones divergentes a toda la institución eclesial. Y además, el planteamiento liberal rompió drásticamente con la sociedad tradicional imponiendo una abierta lucha en contra de los movimientos populares. A pesar de las similitudes generales de vida, la preponderancia italiana de los frailes que llegaban a Tarija, imponía a los mismos la exigencia de otra intelectualidad respecto a las de los Padres de la Colonia. Ante todo, una asunción de las culturas española, criolla y de fortalecimiento de la acción apologética, incluyendo una nueva dimensión teológica. Los conflictos sociales, que se iban intensificando en etapas cortas y sucesivas, exigió cuadros nuevos de intelectualidad según el cambiar del frente opositor. El proyecto de volver al Chaco, por precario que fuera, a causa de la nueva realidad estatal, era el único camino para retomar la labor interrumpida. El estudio de las lenguas indígenas fue otra necesidad; y, por ende, la profundización de estudios humanísticos y filológicos. Por tanto, el Colegio de Propaganda Fide necesitó de un grupo de hermanos expertos en diferentes “saberes”, que fueron, a su vez, exigencias de escolaridad para los jóvenes en trayectoria hacia el sacerdocio. El cuadro del tiempo colonial se diversificó en personajes y colores. El convento de San Francisco fue siempre el “cuartel general”, manteniendo firme la labor de los talleres, la enfermería y las andanzas en las comunidades desde Camargo-Entre Ríos y Tupiza-Bermejo, por limosnas y por predicaciones populares. El reflejo de todo lo anunciado está testimoniado en el crecimiento de la biblioteca y documentos de archivo.

Seguramente por los compromisos escolares y las exigencias de lectura de los conversores en el Chaco en 1879, el Padre Corrado anotó los libros “dobles” y los libros “de la comunidad” (de consulta sin pasar por el bibliotecario), en un total de 7.319 volúmenes. Por tales razones, entraron a la biblioteca nuevas ediciones de textos antiguos, sobre todo de autores latinos y poetas hispanos, agregándose algunos autores italianos. Nuevamente los franciscanos llegaban a Tarija cargando libros, complementándolos con los de literatura, historia y derecho bolivianos.

En las circunstancias de la República, los “fondos” principales aumentaron a favor de obras filosóficas (Marx y Voltaire) y reflexiones sobre el cristianismo con reelaboración de los grandes autores de la Edad Media. Los libros de medicina siguieron el paso de los tiempos, insistiendo en la acción preventiva y curativa de salud, descrita en manuales y diccionarios. Un aumento considerable recibió la documentación histórica universal, latinoamericana y boliviana. El fondo teológico insiste en los libros de apologética y defensa del cristianismo. Caso rarísimo y sin duda único, es la colección desde 1859 de la revista “Civiltá Cattólica” de los jesuitas de Roma, que publicaron en consonancia con las directivas de la Santa Sede. (Faltan sólo cuatro números de la época de la Segunda Guerra Mundial). Además, la base apologética era la de los grandes pensadores franceses Bossuet, Monsabré, Fenelón, Masillón y Lacordaire; entre los italianos Bonomelli, Perrone y Ventura. Una preciosidad de cultura popular boliviana es la obra del sacerdote orureño Carlos Beltrán con su “Colección de opúsculos para la civilización de indios quichuas, aimaras, con traducción al castellano”.

Los tratadistas teológicos incluyen las obras de Francisco Suárez y Bellarmino. A éstos se conectan los estudios de la Sagrada Escritura: Adolfo Martini con su traducción al italiano de la Biblia, Lleguy con su interpretación de la vida de Cristo, en cuatro tomos, y Gratry con sus comentarios a la Sagrada Escritura. La patrística latina está completa con la riquísima edición de Migne, con 220 volúmenes que se integrarán con los autores de la patrología griega. Yendo de lo antiguo a lo moderno, los diccionarios sobrepasarán las lenguas antiguas, caldeo, hebreo, latín y griego, hacia el francés, inglés, español e italiano.

De los últimos años (desde 1919 a nuestros días), que abarcan un siglo. Desde 1919 a nuestros días las bibliotecas recibieron nuevos rumbos. La difusión del libro permitió las bibliotecas personales que obedecían a intereses y a aptitudes individuales de los frailes. Así es que los apartados que hemos denominado “fondos” ahora pueden destacarse con un nombre y un apellido. Por tanto, en las bibliotecas confluyeron dos caminos: el institucional por compra de colecciones; y el individual, por las modalidades indicadas. Estos últimos “fondos” entraban a la muerte del fraile.

La articulación de los “saberes” no se centra en la sola teología, si bien resulta la más numerosa. Y ésta, con informaciones actualizadas según los cambios culturales y procesos sociales. La importancia de tratados sistemáticos ha favorecido siempre la comprensión de las partes; queremos decir con esto que el proceso de información era necesariamente permanente e integral. La línea persistente es el aumento de los textos humanísticos y de las ciencias prácticas, como de medicina y agricultura, y los textos legislativos gubernamentales y civiles. El aspecto principal corresponde sin duda, a la bibliografía boliviana, sobre todo en su contexto de novela.